El
siguiente es un trabajo que aborda el cuento “El loro pelado” desde el método
estudio de Vladimir Propp. Recuerdo que cuando estudié a los formalistas rusos
los sufrí porque me parecían unas estructuras muy cerradas. Ahora, a la
distancia –y cuando no debo ver todas las fórmulas–, me parece algo
interesante. Éste estudio no cuenta con la fórmula clásica que se suele
elaborar a partir de la situación inicial y lo que sucede con los personajes. De
hecho, se puede elaborar con la información que presento a lo largo del
trabajo. En realidad no recuerdo por qué no la realicé en su momento. Lo que sí
se puede encontrar en las líneas que siguen es un par de situaciones iniciales
del cuento ya mencionado, la partida, la situación del héroe y cómo es marcado,
la forma en que se convierte en héroe víctima; también hablaré de las
transgresiones, las tareas y los aliados, entre otras cosas. Sin más, los dejo
con el texto.
En
el libro Cuentos de la Selva de
Horacio Quiroga se encuentra el cuento titulado “El loro pelado”, mismo que
será nuestro objeto de estudio en el presente trabajo, tomando en cuenta las
bases establecidas por Vladimir Propp en su Morfología
del cuento. Encontramos que el texto tiene un narrador extradiegético debido
a que no participa en la trama.
El
cuento ya mencionado narra la historia de un loro centinela que vivía con una
banda de loros en el bosque hasta que fue herido y capturado por un hombre,
quien lo llevó ante su patrón para que éste se lo diera a sus hijos. Dicho
animal se vuelve muy querido por la familia, tanto, que incluso toma el té a
las cinco con ellos y cuando desaparece por un tiempo, al ser desplumado por un
tigre que se lo quería comer, la familia cree que ha muerto mientras él se
esconde en un eucalipto. Este loro, bautizado con el nombre de Pedrito, al
regresar cuenta su aventura y es de esta manera que el dueño de la casa y
Pedrito van de cacería, matando al tigre que lo dejó sin plumas.
Propp
maneja una serie de funciones de los personajes que explica detalladamente en
su libro. En “El loro pelado” encontramos varias de estas funciones y la situación inicial que es el principio
del cuento. En este caso, tenemos no una, sino dos situaciones iniciales, dado que originalmente el loro era libre,
después fue capturado y es a partir de entonces que se desarrolla la acción del
cuento. La situación inicial 1 es la
siguiente: “Había una vez una banda de loros que vivía en el monte. De mañana
temprano iban a comer choclos a la charca, y de tarde comían naranjas. Hacían
gran barullo con sus gritos, y tenían siempre un loro de centinela en los
árboles más altos para ver si venía alguien” (Quiroga, 2004, 33); Mientras que la situación inicial 2 es: “Un día un hombre bajó de un tiro a un loro
centinela, el que cayó herido y peleó un buen rato antes de dejarse agarrar. El
peón lo llevó a la casa, para los hijos del patrón” (Quiroga, 2004, 33).
La
partida es la función en la que el
héroe se va de su casa; existen dos tipos de partidas: las de los héroes-buscadores
y las de los héroes-víctimas.
Tomaremos por héroe al loro, siendo
este un héroe-víctima al ser atacado
por el tigre. La partida ocurre de la
siguiente manera: “[…]sucedió que una tarde de lluvia salió por fin el sol después
de cinco días de temporal, y Pedrito se puso a volar gritando […] y volaba
lejos, hasta que vio debajo de él, muy abajo, el río Paraná, que parecía una
lejana y ancha cinta blanca. Y siguió, siguió, siguió volando, hasta que se
asentó por fin en un árbol a descansar” (Quiroga, 2004, 34-35). En el siguiente
párrafo comprobaremos a Pedrito como héroe-víctima.
Un
actante importante pero contrario al héroe es el antagonista, según Propp “su
papel es turbar la paz de la familia feliz, provocar alguna desgracia,
perjudicar o causar un daño” (Propp, 2008, 40) y esto queda más que claro en el
siguiente pasaje: “pero el tigre se puso furioso porque creyó que el loro se
reía de él, y demás, como tenía a su vez hambre se quiso comer al pájaro
hablador” (Quiroga, 2004, 36). Una de las funciones del antagonista –el tigre–
es engañar a su víctima: “el tigre no era sordo; lo que quería era que Pedrito
se acercara mucho para agarrarlo de un zarpazo” (Quiroga, 2004, 36). Seguida de
la función del engaño por parte del antagonista, se encuentra la función de la
víctima, el dejarse engañar involuntariamente y así ayudar al enemigo, tal como
se presenta en el cuento: “pero el loro no pensaba sino en el gusto que
tendrían en la casa cuando él se presentara a tomar té con aquel magnífico
amigo. Y voló hasta otra rama más cerca del suelo (…) El pobre loro se acercó aún
más, y en ese momento el tigre dio un terrible salto, tan alto como una casa, y
alcanzó con la punta de las uñas a Pedrito” (Quiroga, 2004, 36).
Además
de engañar a la víctima, el antagonista tiene como función hacer daño – algunas
veces es daño corporal–, en este caso al héroe. Al mismo tiempo ocurre otra
función respecto al héroe, escapar de la persecución al no dejarse devorar por
el antagonista: “no alcanzó a matarlo, pero le arrancó todas las plumas del
lomo y la cola entera. No le quedó ni una sola pluma en la cola (…) El loro,
gritando de dolor y de miedo, se fue volando” (Quiroga, 2004, 36-37).
Al
momento que el tigre le quita todas las plumas al loro se cumple otra función,
desencadenando otras más. Esta función es la de marcar al héroe; la marca
es aplicada en el cuerpo de Pedrito: “[…] todos los pájaros que lo encontraban
se alejaban asustados de aquel bicho raro. Por fin pudo llegar a la casa, y lo
primero que hizo fue mirarse en el espejo de la cocinera. ¡Pobre Pedrito! Era
el pájaro más raro y más feo que puede darse, todo pelado, todo rabón y
temblando de frío” (Quiroga, 2004, 37).
La
ausencia es otra función de la Morfología del Cuento de Propp que
aparece en este cuento; cuando Pedrito se refugia en un eucalipto, se convierte
en una ausencia por asuntos personales,
al no querer que nadie lo vea sin plumas: “¿Cómo iba a presentarse en el
comedor, con esa figura? Voló entonces hasta el hueco que había en el tronco de
un eucalipto y que era como una cueva, y se escondió en el fondo, tiritando de
frío y de vergüenza” (Quiroga, 2004, 37). También es una llegada del héroe de incognito a su casa: “–¿Dónde estará Pedrito?
–decían. Y llamaban –: ¡Pedrito! ¡Rica papa, Pedrito! (…) Pero Pedrito no se
movía de su cueva, ni respondía nada, mudo y quieto. Lo buscaron por todas
partes, pero el loro no apareció. Todos creyeron entonces que Pedrito había
muerto” (Quiroga, 2004, 37-38). Y además hay un regreso de la partida que
hace el loro el día que sale el sol tras varios días de lluvia.
Gracias
a la marca que se le hace al héroe, es que se le identifica a este,
dando a lugar a la función de reconocimiento
del héroe, como se muestra a continuación: “un día, o una tarde, la familia
sentada a la mesa a la hora del té vio entrar a Pedrito muy tranquilo
balanceándose como si nada hubiera pasado. Todos se querían morir, morir de
gusto cuando lo vieron bien vivo y con lindísimas plumas. –¡Pedrito, lorito!
–le decían–. ¡Qué te paso, Pedrito! ¡Qué plumas brillantes que tiene el
lorito!” (Quiroga, 2004, 38). A esta función se le puede aunar la función
denominada adquisición de una nueva
apariencia dado que al loro le crecieron otras plumas: “pero no sabían que
eran plumas nuevas, y Pedrito, muy serio, no decía tampoco una palabra” (Quiroga,
2004, 38).
Una
manera fácil y rápida de identificar al héroe
es por medio de una tarea difícil que
generalmente le es encomendada a este actante; cuando un actante le ayuda al héroe en determinadas funciones recibe
el nombre de aliado. En nuestro caso,
tenemos identificados al héroe por su
tarea difícil (el loro), a la tarea misma (distraer al tigre) y al aliado (el hombre) como se muestra a
continuación:
[…]
el dueño de la casa se sorprendió mucho cuando a la mañana siguiente el loro
fue volando a pararse en su hombro, charlando como un loco. En dos minutos le
contó lo que había pasado: Un paseo al Paraguay, su encuentro con el tigre, y
lo demás […] Y lo invitó a ir a cazar al tigre entre los dos […] Convinieron en
que cuando Pedrito viera al tigre, lo distraería charlando, para que el hombre
pudiera acerarse despacito con la escopeta (Quiroga, 2004, 38-39).
Cuando
la tarea se lleva a cabo, la función
se convierte en tarea cumplida: “Y así
pasó. El loro, sentado en una rama del árbol, charlaba y charlaba, mirando al
mismo tiempo a todos lados, para ver si veía al tigre. Y por fin sintió un
ruido de ramas partidas, y vio de repente debajo del árbol dos luces verdes
fijas en él: eran los ojos del tigre (…) El loro voló a otra rama más próxima,
siempre charlando” (Quiroga, 2004, 39-40).
Una
vez que se cumple la tarea difícil,
en este caso distraer al tigre, el aliado
lleva a cabo dos funciones en una sola acción –castigar y vencer al antagonista–: “En ese mismo instante el
hombre, que tenía el cañón de la escopeta recostado contra un trono para hacer
bien la puntería, apretó el gatillo, y nueve balines del tamaño de un garbanzo
cada uno entraron como un rayo en el corazón del tigre, que lanzando un bramido
que hizo temblar el monte entero, cayó muerto.” (Quiroga, 2004, 40-42).
En
este punto se acaba el cuento con la situación final, presentada por Horacio
Quiroga así: “vivieron en adelante muy contentos. Pero el loro no se olvidaba
de lo que le había hecho el tigre, y todas las tardes, cuanto entraba en el
comedor para tomar el té se acercaba siempre a la piel del tigre, tendida
delante de la estufa, y lo invitaba a tomar té con leche” (Quiroga, 2004, 42).
Pese a lo anterior, cabe mencionar un par de funciones que no son ubicadas
fácilmente en el cuento por ser relativamente abstractas. Nos referimos a las prohibiciones y las transgresiones de dichas prohibiciones.
La
prohibición no expresada en “El loro
pelado” es ir nuevamente al bosque, ya sea por que quiera regresar a la banda
de loros a la que pertenecía o porque algo malo puede sucederle. Al no ser
cumplida esta prohibición, ocurre la
primera transgresión; la segunda
ocurre cuando el loro se acerca de más tigre, estando ésta segunda transgresión un poco más explícita: “el
loro se había olvidado de que los bichos del monte no toman té con leche, y por
esto le convidó al tigre” (Quiroga, 2004, 36).
A
parte de las prohibiciones y las transgresiones, es pertinente mencionar
que hay otra partida y por lo tanto
otro regreso: los momentos en que
Pedrito y el hombre salen a buscar al
tigre para matarlo y cuando regresan
con la piel del felino muerto. Para concluir hemos de decir que el método de
Propp presenta partes que son de grata ayuda para estructurar adecuadamente los
cuentos fantásticos, para los cuales se creó Morfología del Cuento. Sin embargo, debemos de señalar también que
este tipo de análisis suele ser tedioso debido a la “roboticidad” a la que se
ve sometido el investigador y el lector. Además de encontrar el problema de no
ser adaptable este método a todo tipo de cuentos.
BIBLIOGRAFÍA
Propp, Vladimir (2008).
Morfología del cuento. Colofón
[1928].
Quiroga, Horacio
(2004). Cuentos de la Selva. Época
[1918].
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