28 jun 2021

0, un cuento de cuando se reinicia el sistema



Persona que pierde la memoria

En alguna ocasión me hice una pregunta existencial: ¿qué me pasaría si pierdo la memoria? La sola idea me aterró. ¿Se lo han preguntado ustedes? Si tienen vena escritora, me parece que sería interesante que generaran un texto donde se planteen qué pasara si ustedes mismos o uno de sus personajes simplemente perdiera la memoria. A mí las palabras se me escaparon de las manos, del teclado… no parecía encontrarlas porque no había forma de decir ni expresar que todo había desaparecido. Así que aquí está mi versión de lo que le habría pasado a mi personaje.


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Tomó el bolso y salió de la casa con la idea fija de que algo tenía que hacer fuera, sin saber exactamente qué. No había nadie en casa, pero era lo normal en un día laboral, así que cerró con llave y se puso a andar a paso firme, haciendo sonar sus botas a cada paso que daba. Por una vez no se topó con nadie conocido, lo que le alegró el día. Al llegar al centro de la ciudad miró a todos lados, confundida. En ese momento notó que los pantalones le quedaban flojos, que el suéter que llevaba era innecesario ante el sol radiante y que le escocían los pies. Decidió regresar a casa, a cambiarse y volver más tarde. Le pareció lo más natural, lo lógico.

En cuanto llegó a la casa, notó que la chapa de la reja estaba abierta, que los cacharros que solía haber bajo la ventana habían sido movidos, las plantas se veían de alguna forma diferentes. Con temor a encontrar dentro bandidos o algo parecido, abrió la puerta y se topó con un verdadero espectáculo. Todos los muebles tenían una disposición diferente, las cortinas eran de otro color, no había señales del gato; pero lo peor fue encontrar a su familia, viéndola detenidamente con cara de estupefacción. Su madre corrió a abrazarla con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada. Su hermana cargaba una niña de casi dos años, quien no parecía conocerla de nada.

–¿Dónde estuviste? ¿Qué te pasó…? Gracias a dios que estás bien –decía su madre sin soltarla del todo mientras ella la miraba extrañada.

Pasaron unos momentos de confusión en los que nadie entendía nada, mucho menos ella. Miró todo, sin comprender. La situación se agravó cuando su hermana habló.

–Tenemos que hablar a la policía… ¿Segura que estás bien?

–¿Y a la policía para qué? –logró articular al fin.

–¡Pues para decirles que apareciste! –le gruñó su hermana.

–Pero si sólo fui al centro, no entiendo cuál es el problema.

–Graciela… estuviste desaparecida más de un año.

Todo empezó a dar vueltas. El aluvión de preguntas que siguió no le ayudó en nada, ni la revisión médica ni las promesas de protección de la policía. Ella solo quería saber qué había pasado.

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