24 may 2021

Amanecer, Canto y Dulcinea: tres poemas de La cabaña

Además de los cuentos que periódicamente subiré he decidido que también agregaré en este sitio algunos de mis poemas, en principio los que están recopilados en mi libro La cabaña. Ese libro es un poemario que escribí el año pasado y al cual le dediqué gran trabajo porque hacía mucho tiempo que no escribía poesía. En realidad la poesía fue lo primero que empecé a escribir a la tierna edad de diez años. No conservo nada de aquellos escritos, lo que me parece una pena. Sería muy divertido para mí ver qué es lo que consideraba poético por aquel entonces. Ahora he cambiado por completo, pero quién sabe, tal vez la inocencia habrá hecho más bellos mis textos. Nunca lo sabré. Por ahora les dejo tres de mis poemas actuales.

Amanecer

Suave murmullo que se eleva al cielo,

fino deslizar de campanillas silvestres

que inundan mis sentidos sin identificarse.

 

¿Qué es ese canto, elixir de la mañana?

¿De dónde provienes, risa matutina?

¿A quién tus liras invocan en este glorioso día?

 

El cielo cobalto sin nubes enmarca

al colibrí irisado que revolotea entre

aves de paraíso fragantes

y rosales silvestres.

 

El rocío se evapora en nubes algodonosas

al son de la melodía de esos insectos

que con suave música me han despertado

del sueño y del recuerdo de sus besos.

 

Canto

 

Suena su voz a cada instante;

mucho antes del alba, mientras deambulo

en la vigilia incesante de mi alma atormentada.

 

La mañana aterciopelada

acumula cada giro de su risa, cada cadencia

multiplicando los ecos en las hojas de pino

ondulantes por el viento que sibila.

 

Vuelve, vuelve, vuelve...

El sonido gutural estremeciendo mi cuerpo;

ya es medio día y le escucho en todas partes

es omnipresente, ruido eterno,

canto etéreo.

 

Y siempre el mismo son de nostalgia perdida

sé que algo quiere decir,

algo trascendental o un simple adiós;

más no lo logro descifrar,

no en esta tarde radiante de añoranza de él

y de los días de sus lunares en mi piel.

 

Trina aquí y allá en repetido eco el sonido

pues no es uno sino múltiples

los gallos que dan voz a su recuerdo.

 

Dulcinea

 

Sinuosa, trepas hábilmente por la cama

te arrastras –cadenciosa– con mirada intrigante;

daría cada uno de los destellos de la luna

y aún un poco más por saber

qué ocultan esos ojos celestes.

 

Tu tálamo podría ser cualquiera,

no discriminas entre Quijotes o Sanchos

pero tu vientre es un yermo.

 

Visitante asidua del reino de Morfeo,

temor de pájaros y lagartijas

que en las tormentas espera que

la lluvia se convierta en suave goteo.

 

Criada entre adultos,

les rehúyes a los niños;

caprichosa y altanera,

mi fiel compañera.

 

¿A qué juegas en las noches de cacería?

Corres, libre de ataduras humanas

hueles las hierbas, comes insectos:

vuelves a ser felina.

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