24 may 2021

Omar García Peñaloza, un escritor de contrastes

 Los matices de una pluma de la región cañera

Entre los miembros del Colectivo Colibrí hay de todo y no nos podía faltar un escritor que fuera polifacético, como es el caso de Omar García Peñaloza. Y es que por un lado tenemos a un poeta romántico que hace uso de la palabra de una forma estética que me encanta y al mismo tiempo tenemos al cuentista crudo que habla de la muerte, del día a día en la zona cañera del municipio de Turicato del estado de Michoacán. Es placentero y grato ver como ambas perspectivas confluyen en él, pues todos tenemos más de una cara y mostramos cada una dependiendo de la situación; de hecho, el símbolo por excelencia del teatro son las dos caras, una sonriente y una feliz que representan la comedia y la tragedia, lo que me parece muy ad hoc para Omar porque se asemeja a su poesía y su narrativa.

Los relatos de Omar

Sus textos son sublimes, nos hacen ver que el mundo existe y conviven las dos caras de la moneda sin que por ello se demerite la belleza de ambas cosas. Me es difícil inclinarme por alguno de sus géneros, pero he de decir que su narrativa es maravillosa y muy original. Mi cuento favorito de es el de “Nano” de su libro Cuentos de caña y muerte que en alguna ocasión le escuche leer en vivo y desde entonces me fascinó. La sordidez del cuento y las figuras retóricas son sencillamente magnificas, de un humor negro insuperable. Lo que hace a sus cuentos aún mejores es la veracidad del mundo en que se inscriben puesto que aunque se trata de ficción se acercan demasiado a la realidad al grado que pudo haber pasado en la vida real.

Otro de los cuentos que aparece en el ya mencionado libro habla sobre la forma tan difícil que tienen los indocumentados para pasar la frontera de México con Estados Unidos y todo el proceso que uno de sus personajes vive al cruzarla. Las peripecias son muchas, el sol ardiente y los rangers están por todos lados con sus helicópteros y perros que los acechan. Es muy fácil adentrarse en el texto y sentirse acosado por la migra, al grado de sentir las patrullas a tus espaldas y el calor del desierto.

Sus narraciones tienen palabras del habla popular, lo que hacen el texto más cercano y accesible al lector de la región; pienso que para aquellos que no conozcan el lenguaje de la zona les pueda parecer que son regionalismos los que usa Omar, pero es una buena oportunidad para acercarse idiomáticamente a la zona y conocer el habla común de tierra caliente. Es un rasgo peculiar que no se encuentra en cualquier libro y una forma sencilla para acceder a la cultura sin viajar a la zona en cuestión.

Los temas de sus cuentos no solo tratan la muerte y la violencia, sino que también hablan sobre la religión, la situación económica que vive el país así como la vida cotidiana de la gente del campo y los demás ciudadanos que en general son gente humilde. Sus personajes son gente del pueblo, conocidos por todos, formando un conglomerado reconocible entre ellos, dándole al lector la sensación de que se encuentra inmerso en Tacámbaro, Chupio, Pedernales o Puruarán que son los lugares donde generalmente se desarrollan las acciones de sus textos.

Su lírica

En su poesía, por otro lado, la sensualidad, el amor y el deseo se derrochan a partes iguales. De vez en cuando la tristeza y la muerte también se dejan ver, pero de una forma más elegante, siendo un tema elevado, que lleva a los sentidos enaltecidos a mover las fibras más sensibles. Su lenguaje es siempre sentimental sin caer en la cursilería, pues usa elementos precisos, de buen tono y una adjetivación adecuada. Lo mejor de sus poemas es oírlos en voz del propio autor y es una lástima no poder llevarlo a todas partes para poder escucharlo cada vez que se quiera releer un texto… que bueno, también tiene su vida, se entiende. Pero tal vez habría que pedirle que hiciera unos vídeos en YouTube donde declame su obra.

Acerca del autor

Omar nació en Puruarán, municipio de Turicato el 19 de octubre de 1981; sus padres son Marcos García y Ana María Peñaloza. Como persona es muy agradable y me congratulo de contar con su amistad. Ha sido profesor de Literatura en Colegio de Bachilleres en varios planteles del estado, entre ellos en Tacámbaro, lugar donde lo conocí aunque a mí no me dio clases. Nos encontramos porque por aquel tiempo yo comencé a participar en concursos de poesía y cuento, algunos de los cuales gané. Y fue él quien me dijo que existía la entonces Escuela de Lengua y Literaturas Hispánicas, ahora Facultad de Letras, de la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo.

Agradecimiento

Si no hubiera sido por él, yo no habría estudiado ahí. De hecho, profe Omar, quiero aprovechar la oportunidad para decir algo. Si está leyendo esto, mil gracias por decirme que existía la escuela y recomendármela; sin usted, si no se hubiera cruzado en mi camino, yo no sería quien soy hoy. No sólo no habría estudiado letras, todo lo que soy hoy no existiría, la gran cantidad de cosas que aprendí, las personas que conocí, incluso la estancia académica que hice al extranjero no se habría dado y estoy inmensamente agradecida por eso. Insisto, muchas gracias por ello. Tal vez nunca se lo he dicho en persona, pero ahora quiero dejar constancia por escrito de ello.

Dicho lo anterior (limpio el vértice de mis ojos…), pasaré dejar algunos de sus textos.


La subvención

 

Sobre el corredor de la casa que se encontraba al lado de la parroquia San José, caminaba el padre Rafailito Martínez, más conocido como el padre Martillo, porque dicen las gentes del pueblo que cuando te encontraba entre sus peregrinares subvencionarios por las calles, te llegaba de sopetón por la espalda, te daba un zape en la cabeza y sin más ni más les decía con énfasis: –¡No has ido a misa hijo! –, al mismo tiempo de que les daba un retorcijón en la oreja o la patilla del cabello y les ponía una charola para que le pusieran los pesos que tendrían que haber depositado en la misa.

Éste ya pasaba de los cincuenta años, era alto y de piel blanca, de ojos verdes, con su pelo ya cano y su caminar cansado, vestía pantalones de pana y guayabera, su sombrero de astilla infaltable; y a su lado iba el padre Fidel, este por el contrario era joven, no pasaba los treinta y cinco, cabello lacio, moreno y nariz afilada. Éste por el contrario del padre Martillo era serio, dedicado a su labor evangelizadora, recién ordenado, tenía fresquecita la ideología de que el sacerdote está al servicio de los más necesitados.

Ambos se dirigían hacia la sacristía para preparar la misa de las seis, la cual a diferencia de días pasados era a las de siete, pero como la concurrencia disminuyó por el cambio nacional de horario ya que anochecía más temprano y principalmente por las balaceras que tenían azorado al pueblo, se tuvo que ajustar la hora de la eucaristía de las siete a las seis. Los sacerdotes entraron a un pequeño cuartito en el que pendían varios santos sobre las paredes, entre ellos Santa Cecilia, patrona de los músicos, San José, el niño Dios y el señor del Huerto, el santo más venerado de la población dizque por sus milagros y no podía faltar un crucifijo casi tamaño regular; allí los aguardaba el sacristán “Cinco copas” preparando las sotanas que usarían para la celebración. A éste, decíanle cinco copas porque entre sus aventuras obscenas platicaba que la virginidad para él ya era una cosa del pasado, que él ya llevaba cinco copas, dizque porque una de las susodichas que cayó entre sus lujurias sólo tenía un seno.

Mientras que los sacerdotes ingresaban en el pequeño cuartillo comentaban sobre la estrategia inmediata para la recolección de fondos en la misa, ya que consideraban importante ese asunto, al respecto el padre Martillo dijo:

–Ahora sí nos tenemos que lucir con las oraciones en pro de la paz del pueblo padre Fidelito; ya ve que todos nuestros feligreses han montado por las calles sus altares con ese mismo propósito, ¡ah! Y no se diga por las sagradas limosnas, ya ve que cada vez que emitimos las santas oraciones para que se acaben las balaceras en el pueblo dejan caer más dinero sobre los canastos, ya ves que la pobrecita gente ni a la calle puede salir después de las ocho.

–Pero, padre Rafailito, ¿qué está usted diciendo? –dijo el padre Fidel sorprendido.

–Mire padre Fidelito lo primero que tiene que aprender usted, para hacerse cargo de una parroquia, es que sin limosnas usted no come, que sin limosnas usted va andar a pata toda la vida y sobre todo que sin limosnas no podrá instalar ese negocio que tanto ha deseado; recuerde que la Iglesia si ayuda, pero también recibe.

–Pero padre Rafailito, ¿y los juramentos, y la ética sacerdotal?, además para qué quiere usted tanto dinero, no se supone que somos una comunidad sacerdotal humilde y fiel al prójimo.

–No suponga usted nada padre Fidel, usted es nuevo aquí y por lo tanto tiene que aprender muchas cosas, comprenda que Dios ha sido bondadoso con todos sus siervos desde la fundación de su santa iglesia y considero que si nos va bien en las limosnas es porque Él quiere que todo aquel que cumpla con sus mandatos goce de los privilegios que ofrece nuestra congregación.

–Pero padre Rafailito no sea usted tan cabrón…

–¿Cabrón yo?... Ya te veré Fidelito, ya te veré…

Después de tan agitada plática se enfundaron entre sus sotanas y se dispusieron a comenzar la santa misa, los monaguillos estaban en posición y el padre martillo se sorprendió al ver repleta la parroquia, tanto que desde el altar se divisaba el asomo de unas cuantas cabezas que se estiraban desde el atrio para alcanzar a oír la palabra del Señor.

–En el nombre del padre, del hijo y del espiri… evocó el padre martillo para dar inicio con la misa, poco después durante el sermón, que apropósito fue del curioso caso de Sodoma y Gomorra, comenzó a decir:

–Hijos míos en estos tiempos tan difíciles que nos pone nuestro señor Jesucristo es necesario hacer nuestras oraciones para que termine este calvario y no nos llegue a pasar lo que les pasó a los sodomitas y los gomorritas, porque nuestra causa aún no está perdida, es necesario rezar mucho; pero además de las oraciones es también necesario ayudar a su santa iglesia para que sus siervos no se pierdan en el camino, para que vean que no están solos y así nuestro señor apruebe nuestro comportamiento e interceda por nosotros e interceda en los problemas que tanto aquejan a nuestra comunidad y nos dé la paz que sus hijos merecemos alejando a Satanás de estos alrededores.

Después del sermón y la petición por el perdón de los pecados mediante el Credo, el padre Martillo procedió a realizar la consagración de la hostia y el vino, y comenzando a hacer esto guiñó el ojo a los monaguillos para que con los canastos empezaran a recorrer las filas y recoger la limosna de los asistentes, mientras que dos señoras pertenecientes a la Vela Perpetua comenzaron a cantar:

–Una espiga dorada por el sol,

y el racimo que corta el viñador

se convierten ahora en pan y vino

por el cuerpo y la sangre del Señor…

En ese momento el monaguillo que recorría el ala derecha de las bancas, distinguió a uno de los hombres que violentaban al pueblo, con su pistola 38 súper fajada en la cintura y su rostro mal encarado mostrando al monaguillo una sonrisa, arrojó un sor juanita que cayó boca ariba sobre el canasto lanzando una mirada piadosa hacia la bóveda de la parroquia –Padre nuestro que estás en el cie…, –continuaron las oraciones–.

 

***

 

Sin embargo, nunca faltan las gazmoñas en la misa que en vez de estar orando con verdadera devoción se la pasan echando chisme todo el rato, éstas estaban cerca del señor del prendimiento y entre cuchicheos comentaban:

–Si te digo que los curas ahora si están haciendo su agosto, el otro día mi comadre Panchita me dijo que en la limosna del domingo sacaron como ocho mil pesos, como ella hace el aseo de la casa parroquial.

–No pos sí, a mí también me dijo que ya estaba hasta el gorro de atender al padre Martillo, que porque nomás le decía que lo que estaba haciendo por él, Dios se lo pagaría y que no le da ni pal’ refresco; y lo peor de todo es que el otro día entró al baño que está pegado a la sacristía y que oyó que el padre rezaba, y que decía: –Padre mío si es tu santa voluntad que esto termine, así sea, pero si no es así, trata de ablandar los corazones de éstos malos hombres que está amenazando al pueblo y pues a la pobre gente socórrela para que también sigan socorriendo a su iglesia– y pos cómo no si entre más balazos hay, más gente va al templo y más limosnas les dejan –concluyó la señora.

–¡Uuuh!, y con eso de que se acaba de sacar un carro nuevo, dicen que todavía debe la mitá; no cabe duda que ya no quedan curas como el padre Chucho, ese si veía por la gente y tanto luchó pa’ que se abriera el ingenio azucarero, hasta que se murió el pobrecito en un barranco.

Aun no finalizaban su tan interesante conversación cuando el padre Martillo con una garraspera que emanó del interior de su garganta y que resonó en la bóveda de la iglesia las hizo guardar silencio, y éstas de manera súbita comenzaron a cantar el Ave María de manera desentonada.

 

***

 

Finalizada la misa los sacerdotes ingresaron nuevamente a la sacristía donde aguardaba el cinco copas, éste los ayudó a quitarse las sotanas mientras ellos platicaban:

–Ya vio padre Fidelito, cómo esto de las oraciones sí funciona, y para el transcurso de la semana tengo planeado sacar al santísimo para el rosario, ya ve que a este también asisten la mayor parte de rezanderas. Y espero no volver a aquellas crisis que pasamos el año anterior; y menos quiero que se acaben los rezos ahora que acabo de sacar mi carro, ¿ya vio que es un Corsa?

–Pues si padre Rafailito, pero… lo llevará sobre su conciencia, además, quiero confesarme ahora mismo, pero no con usted yo voy con el padre Fulgencio.

–Que conciencia ni que nada, a ti te voy a regalar el Chevy que acabo de dejar, a fin de cuentas yo no tengo familia y ya te quiero como si fueras mi propio hijo, ¡ah!, a propósito yo que tú no iba con el padre Fulgencio ese cascarrabias es peor que yo. Y otra cosa, si vas a andar con Filomena nomás escóndete bien, porque aquí se arma cada argüende.

 

Nostalgia

 

Hoy amaneció sin tus cabellos,

la mañana se mostró llena de tristeza.

El día se tornó lúgubre;

y esta lluvia incansable se combinó

con la escénica sombra.

Mis ojos se abrieron con la almohada entre mis brazos,

sentí tu profunda lejanía,

parece que el tiempo y la distancia

confabulan en mi contra;

se tornan como entes plausibles

que esperan mi derrota ganando por nockout.

Justo cuando ruedo sobre la cama

al momento en que muerto tu recuerdo,

me percato que me miras a través de tu retrato,

me clavo en la miel de tus ojos,

y me doy cuenta de tu desesperación

como si estuvieras atrapada en un abismo,

en el limo de un hoyo profundo.

Entonces mirando al techo,

siento que se me avecina el mundo,

que mi caparazón de suerte se ha resquebrajado

y que mi espacio implosiona,

como si fuera una obra suprema que intenta

borrarme del mapa.

Sé que ya no estás aquí

pero aun así mi recuerdo sigue

rastreando tu sombra,

sigue ordenando encontrarte,

sigue reteniéndote en la prisión de mis labios,

sí, aún se te guarda como amuleto intangible

y se te idolatra como tótem confuso.

¿Qué voy a hacer con este tiempo?

¿Qué voy a hacer con tu recuerdo?

¿Qué voy a hacer si no te tengo?...

 

Nebuloso

 

Nebuloso, nebuloso,

nebuloso entre la niebla

niebla blanca, niebla sombra,

que se escapa entre tus ramas

como la marchita alondra.

 

Nebuloso, nebuloso,

nebuloso tu recuerdo,

se me fue como la niebla,

como la sonrisa tibia

que arranca la primavera.

 

Nebuloso, nebuloso,

nebulosa fue tu aroma,

como vapor del verano

que se esfuma de tu mano.

 

Nebuloso, nebuloso,

nebulosa fue tu risa,

como hojarasca de otoño

que con el viento desliza.

 

Nebuloso, nebuloso,

nebulosa fue tu sombra,

se perdió con la distancia

como el eco entre la tundra.

 

Nebuloso, nebulosa,

nebulosa siempre fuiste,

nebulosa yo te quise,

nebulosa te perdiste.

 

Nebuloso, nebuloso,

nebuloso entre la niebla

niebla blanca, niebla sombra,

que se escapa entra tus ramas

como la marchita alondra.

 

Me he cansado

 

Me he cansado de esperar tus labios

aunque mi mente insiste

en no borrar el perfume de tu boca.

Ya ni las estrellas me consuelan,

porque las veo lejanas, distantes,

como tus ojos amantes.

Me he cansado de esperar tus manos,

aunque mi cuerpo insiste,

en no borrar tu tacto grácil.

Ya ni sabanas de seda me consuelan,

porque su frialdad no sacia

mi cuerpo en pesada noche en vela.

Me he cansado de esperar tu voz,

aunque tus ecos me retumban la memoria

y me llamen y me inciten a seguirte con euforia.

Me he cansado de esperarte,

de esperarte para amarte

aunque sea a cuenta gotas,

aunque sea con mi derrota.

 

Portadas de los libros de Omar García Peñaloza


Cuentos de caña y muerte

Entre sombras

Remigio y otros cuentos



BIBLIOGRAFÍA

 

García Peñaloza, Omar (2009). Remigio y otros cuentos. Secretaría de Cultura.

García Peñaloza, Omar (2013). Cuentos de caña y muerte. Versión Kindle. https://www.amazon.com.mx/Cuentos-ca%C3%B1a-Muerte-Cuento-corto-ebook/dp/B085VFD4Z3/ref=sr_1_1?__mk_es_MX=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&dchild=1&keywords=cuentos+de+ca%C3%B1a+y+muerte&qid=1621790557&sr=8-1

García Peñaloza, Omar (2019). Entre sombras. Curicaueri.

 

 

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